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lunes, 27 de mayo de 2013

Estados Unidos El “contraataque” de las cigarras

Llevan casi dos décadas esperando bajo tierra para lo que se podría describir como su gran bacanal. Entre abril y junio, los insectos que surgen cada 17 años de forma masiva en EEUU tienen una cita.

Durante años viven en el subsuelo, alimentándose de la savia de los árboles. Pero a los 17 años, cuando la temperatura del suelo alcanza los 18 grados centígrados y en cuestión de pocos días, toda una generación de millones de cigarras sale en masa a aparearse en un ruidoso ritual que dura de cuatro a seis semanas y que ahora tiene en vilo al este de EEUU.

Las primeras ya han empezado a surgir en Carolina del Norte y Virginia. El símbolo de su llegada son pequeños agujeros en la tierra por los que salen las llamadas “ninfas”, que auguran la inminencia de la invasión.

Los machos salen primero. “Les gusta estar afuera esperando para recibir a las señoritas”, bromeó Clide Sorenson, profesor de entomología de la Universidad Estatal de Carolina del Norte.

“Una vez que emergen del suelo, cambian de piel y adquieren la forma adulta con la que vivirán tres o cuatro semanas. En ese tiempo, los machos vuelan haciendo sus sonidos a los que las hembras responden. Cuando se aparean, la hembra deja los huevos y muere y el macho trata de repetir la operación tantas veces como puede”, explica por su parte John Cooley, de la Universidad de Connecticut.

La última vez que hubo una aparición masiva de cigarras fue en 1996, cuando Bill Clinton era presidente y EEUU se preparaba para acoger los Juegos Olímpicos de Atlanta. Quienes fueron testigos recuerdan un ruido constante durante semanas.

“Cuando empieza la llamada del apareamiento, el ruido puede ser muy intenso, puede realmente afectar a cualquier actividad que quieras hacer al aire libre”, comenta Sorenson.

Según el entomólogo, cada una de las tres especies distintas de las cigarras que aparecen periódicamente cada 17 años y que emergen prácticamente a la vez, tiene una llamada distinta, “reconocible si prestas atención”.

Algunas suenan como si repitieran “fero, fero, fero”, con un zumbido agudo, describió el experto.

Una vez que las hembras completan la maduración de sus órganos sexuales empieza una fiesta con final trágico. “Algo comen, pero el objetivo principal es aparearse”, explicó Sorenson.

Los machos se aparean con tantas hembras como puedan y las hembras ponen de 500 a 600 huevos. “Y después todos mueren”, añadió.

“Pasan 17 años a oscuras bajo la tierra y aproximadamente un mes a la luz del día antes de morir”.

“Una mañana te levantas y ves cientos de miles de esqueletos cubriéndolo todo”, cuenta Sorenson, que vivió la invasión de cigarras dos generaciones atrás, en 1979.

El profesor de Carolina del Norte describe a estos insectos verdes de ojos rojos saltones como “pequeños monstruos en miniatura que van trepando por los árboles”.

Pero, pese a que su apariencia puede parecer desagradable, no hay que preocuparse, asegura John Cooley: “No muerden, ni pican, no pueden hacer nada dañino para el hombre. Lo peor que se puede decir de ellas es que si tienes árboles frutales u ornamentales, los pueden dañar cuando las hembras ponen los huevos. Más allá de eso, son inofensivas”.

De hecho, la invasión de cigarras también tiene su vertiente positiva. Los esqueletos de estos insectos sirven de abono para árboles y de comida para otros animales. Por eso, el experto de la Universidad de Connecticut recomienda “que la gente se siente y disfrute del espectáculo”.

Hay incluso quien le va a sacar provecho a la invasión más allá del espectáculo visual. En internet proliferan las sugerencias de recetas de cigarra y algunos chefs y restaurantes están promocionando en sus menús platos hechos a base de este insecto.

Y si bien es cierto que en los últimos tiempos se ha puesto de moda promocionar el valor nutritivo de los insectos, no serán los primeros en comerlas. En el pasado, se comían cigarras y, según la tradición oral de la comunidad indígena Onondaga, que actualmente vive en una reserva en Siracusa (Nueva York), la tribu se salvó de una hambruna gracias a este insecto.

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