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domingo, 11 de noviembre de 2012

En Bolivia hay sólo un perito en antropología forense

Un cuerpo quemado, casi hasta los huesos, se ve sobre una camilla. El cadáver está incompleto e irreconocible, pero para el antropólogo forense Édgar Gisbert los restos tienen la información necesaria para saber el sexo, la data de muerte y hasta la edad aproximada.

“¿Me puede decir si es varón o mujer?”, pregunta el especialista y la periodista no sabe qué responder. “Parece de un niño, porque es pequeño”, dice la reportera, pero el experto corrige. En realidad el cadáver es de un hombre adulto.

Édgar Gisbert es el único antropólogo forense de Bolivia y trabaja en La Paz, en el laboratorio del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF). Cuando se encuentran cadáveres o restos difíciles de identificar, él y su equipo entran en acción.

“Desde los cabellos, la pelvis, el cráneo, los huesos, todo lo que se pueda agarrar, mientras más partes tenga es mejor”, dice el especialista mientras retira tejidos de los restos óseos del cuerpo quemado para identificar heridas por armas de fuego.

“Así nos llegan los casos y en otra situación no hay ni cráneo”, indica el especialista que además es médico, médico legal y forense.

En las dos últimas semanas, Gisbert estuvo encargado de analizar los restos hallados en la zona Sur de la ciudad. Posteriormente se conoció que eran de Blanca Nacif, quien fue descuartizada y sus partes, la mayoría dentro de bolsas negras, botadas en diversos sitios.

El lugar donde trabaja con su equipo parece una consulta de dentista. Las paredes son blancas y el sitio es frío. Un biombo separa los cadáveres de la vista del visitante. En el ambiente se respira un cierto olor a cuerpos en descomposición y formol.

La camilla donde está el cuerpo quemado en realidad es parte de la campana de esterilización, un aparato que, como su nombre lo dice, esteriliza los restos para evitar que el personal sufra algún tipo de infección.

Pero Gisbert también trabaja en la morgue judicial de La Paz, ubicada en una de las áreas del Hospital de Clínicas. Ahí atiende casos rutinarios y también los complicados, como quemados o hallazgos de esqueletos o de piezas humanas, que luego derivará al laboratorio del IDIF.

El cráneo de Nacif fue trasladado al laboratorio para realizarle una radiografía y el cuerpo quedó en la morgue.

“Hemos trasladado acá el cráneo para hacer la radiografía que no se puede hacer en la morgue, luego hemos traído parte de la pelvis, para saber si era femenino o masculino, si había dado a luz, también para sacar muestras de ADN”.

A medida que empezaron a encontrarse más piezas del cuerpo, los peritos lograron concluir que la víctima era una mujer de la tercera edad y caucásica.

“Cuando ha llegado el resto de las partes ya tuvimos resuelta toda la identificación de la persona”, explica Gisbert a Página Siete mientras muestra un frasco donde hay restos de hueso y un dedo de la víctima.

El equipo de antropología forense del IDIF está formado por cinco especialistas: Gisbert, un médico forense, un criminalístico y criminólogo, un especialista en tierra y un técnico radiólogo. Éste trabaja coordinadamente con la Policía y da datos para que se impulsen las investigaciones.

El director del instituto, Jorge Daza, resalta el trabajo que realiza el equipo y explica que a diferencia del médico forense, o tanatólogo, que entre sus tareas tiene identificar las causas de la muerte, el antropólogo forense se dedica a hallar la identidad de las personas.

“Nuestro antropólogo forense ha sido capacitado por el Equipo de Antropología Forense Argentino (EAF), ahí ha recibido capacitación en varias oportunidades, al momento sólo hay un antropólogo forense en Bolivia. Es el único que, por interés propio y por la necesidad, ha sido quien ha buscado capacitarse”.

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