domingo, 27 de enero de 2013

Animales del abismo marino

En la actualidad se conocen alrededor de dos millones de especies vivas en el planeta y es previsible que, en el futuro, el hombre pueda llegar a reconocer hasta diez millones de especies distintas en tierra y mar.

El pasado 7 de enero de 2013 la cadena japonesa NHK y la estadounidense Discovery Channel dieron un paso adelante al grabar, por primera vez en las profundidades marinas, al calamar gigante, uno de los animales más misteriosos del mundo.

Este acontecimiento dio la vuelta al mundo y puso en pie a la comunidad científica, para la cual esta filmación supuso un avance en el conocimiento sobre este misterioso animal.

Grabar a un ejemplar de calamar gigante (Architeuthis) ha sido un “gran evento”, pero aún queda mucho por hacer y así lo cuenta el presidente de la Coordinadora para el Estudio de las Especies Marinas (Cepesma), Luis Laria, para quien aún se desconocen datos importantes sobre el comportamiento de este animal: su forma de copular, su reproducción o su relación con otros de su misma especie.

Y es que las incógnitas que rodean a este animal se deben a que vive en el fondo marino, donde la noche es eterna, ya que a partir de los 200 metros de profundidad no existe ninguna luz que no sea la de los organismos que poseen órganos fotóforos (de iluminación).

Luces que para el ser humano son casi imposibles de percibir como se pudo ver en el caso de la grabación del calamar gigante, en la que fue necesario un submarino tripulado con tres personas, descender a 630 metros y realizar más 90 inmersiones antes de lograrlo.

Mitos y realidad

Muchas son las leyendas que rodean al mundo animal, pero es en el mar donde se encuentran centradas la mayoría de ellas.

Un mito caído fue el caso del Regalecus glesnes, un pez serpentiforme que puede llegar a medir 15 metros. “Este animal suscitó la creencia de que existían serpientes marinas gigantescas de más de 50 metros capaces, al igual que los calamares gigantes, de hundir barcos y devorar marinos”, ha relatado Laria.

Sólo las necropsias de los ejemplares varados lograron revelar que, en realidad, estos animales se alimentan básicamente de pequeños peces, crustáceos y plancton.

Rarezas o exotismo

Como si de un edificio se tratara, en el sótano de nuestros mares habitan los seres denominados “raros”, ésos que llegan a dar miedo.

Y es que, como apunta el presidente del Cepesma, las especies abisales son los animales más extraños que podemos encontrar “debido a la necesidad de adaptarse a un medio tan hostil como son las profundidades del océano”.

Si hablamos de “bichos raros” hay que pararse ante los ceratos abisales (Haplophryne sp.) que conforman una familia de 160 especies conocidas, y se cree que hay muchas más por descubrir.

Se trata de un pez que vive entre los 1.000 y los 4.000 metros de profundidad, por lo que han desarrollado órganos y comportamientos que le ayudan a vivir en la noche continua. Poseen un señuelo con millones de bacterias luminiscentes que el animal apaga y enciende a modo de caña de pescar.

El pez víbora (Chauliodus macouni) es otro animal de las profundidades marinas y se puede localizar a partir de los 4.390 metros. Posee unos dientes tan prominentes que ni siquiera caben en su boca, característica que, más que ayudarle, le perjudica porque si calcula mal el tamaño de su presa, y caza un animal demasiado grande, no puede ni zafarse de él ni comérselo, por lo que se ve condenado a morir junto a su propia presa.

Entre los más extraños que se conocen, sin duda se encuentra el Hymmantolopus groenlandicus, una especie que habita a más de 4.000 metros de profundidad y vive posado en el lecho marino.

Su manera de atraer a las presas es mediante un órgano fotóforo, pero lo más destacable de esta especie es su dimorfismo sexual, ya que las hembras pueden alcanzar los 19 kilogramos, mientras que los machos pesan apenas 120 gramos y viven como parásitos de la hembra.

Luces que ahuyentan

Filmar a todos estos animales abisales supone contar con tecnología capaz de superar las 1.100 atmósferas (la presión a 1.000 metros de profundidad en el mar es igual a 101 atmósferas), especifica Laria.

A este hecho, que muchas veces supone el principio y el final de muchos proyectos, hay que sumarle también la necesidad de interactuar en las profundidades sin necesidad de recurrir a la luz artificial convencional, que haría que los protagonistas de la grabación se ahuyentaran.

En la actualidad, los científicos cuentan con cámaras submarinas sumergibles, sonares y cámaras evolutivas de alta definición que propician mejores resultados con la iluminación.

El último descenso al abismo Challenger, en la Fosa de las Marianas, lo llevó a cabo James Cameron y se realizó con un sumergible de 12 toneladas de peso, capaz de aguantar una presión de más de 1.100 atmósferas, “algo realmente imposible de soportar para cualquier organismo convencional”, ha puntualizado Laria (EFE Reportajes).

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