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miércoles, 7 de agosto de 2013

Sal dañina la sustancia se almacena bajo la piel

Desde hace mucho los médicos saben que la sal sube la tensión arterial, pero recién ahora entienden por qué. Para averiguarlo se realizaron experimentos en la Tierra y en el espacio.

El primer conejillo de Indias fue el físico y astronauta alemán Reinhold Ewald que, durante su estadía en el espacio, realizó ensayos sobre el funcionamiento del metabolismo humano bajo condiciones de cero gravedad.

“Durante mi tiempo en el espacio, y dos semanas después del aterrizaje, documenté cada ingestión de comidas y líquidos, cuyos análisis revelaron que el contenido de la sal en mi organismo cambió totalmente, algo que no aparecía en los libros de medicina”, explica.

Lo que la medicina aún no había observado hasta ahora es que la sal se almacena debajo de la epidermis en grandes cantidades: la cantidad de sal encontrada bajo la piel del astronauta era comparable con la contenida en seis litros de líquidos en personas sanas.

Los médicos partían de la creencia de que la sal se diluía en el organismo y que la ingerida de más era desechada con la orina. Pero tan fácil no parece funcionar el cuerpo humano, dice el médico Rupert Gerzer del Instituto alemán de Investigaciones Espaciales (DLR), con sede en Colonia.

“En los libros de medicina dice que la sal y el agua son dos elementos que actúan en forma paralela. Lo interesante es que hay otros efectos que hasta ahora eran desconocidos”, dice.

Para corroborar lo observado en el espacio, los científicos realizaron ensayos en Tierra. Los estudiantes escogidos recibieron por un tiempo comidas y bebidas más saladas de lo normal.

“Gracias a la dura prueba a la que sometimos a estos estudiantes, pudimos comprobar que la sal no sólo regula los líquidos y la tensión arterial sino que además influye en el sistema inmunológico y la formación, pero también en la degradación de los huesos”, señala.

Los científicos observaron que la sal se concentra bajo la piel generando varias reacciones. El médico Jens Titze, de la Universidad de Erlangen, que también participó en el experimento, quería saber cómo funciona el mecanismo molecular que desata la sal bajo la piel.

En la sangre humana hay células que juegan un papel importante en la regulación de la cantidad de la sal en el cuerpo humano. Se trata de los macrófagos, más conocidos como glóbulos blancos o leucocitos, que miden el contenido de sal y sodio bajo la piel.

Pero no todos los glóbulos blancos reaccionan tan benévolamente cuando detectan mucha sal. Los linfocitos T, cuando se consume demasiada sal, reaccionan dañando el propio tejido humano hasta degenerar en autoinmunidad.

Los científicos dicen que quien consuma más sal de la necesaria, no sólo eleva la probabilidad de adquirir hipertensión arterial, sino la de ayudar a la manifestación o el agravamiento de osteoporosis y además de una enfermedad genética: la esclerosis múltiple.

Investigación halla que los genes determinan el sentido del olfato

Las diferencias genéticas al parecer explican por qué algunas personas pueden oler ciertos olores y otras no, afirman los investigadores, informó el servicio de noticias HealthDay News.

Con la ayuda de 10 olores distintos, los investigadores realizaron pruebas de sensibilidad del olfato a casi 200 personas y luego analizaron el ADN de los participantes. En cuatro de los olores que se usaron en las pruebas, había un vínculo entre la sensibilidad del olfato y ciertas variantes genéticas.

Los cuatro olores son de malta, manzana, queso azul y violetas, según los hallazgos, publicados en línea el 1 de agosto en la revista Current Biology, indicó HealthDay News.

"Nos sorprendió ver cuántos olores tenían genes asociados con ellos. Si esto se extiende a otros olores, entonces podríamos esperar que todos tuvieran su propio rango de olores a los que son sensibles", afirmó en un comunicado de prensa de la revista el colíder del equipo de investigación, Jeremy McRae, de Plant and Food Research en Nueva Zelanda.

"Estos olores se hallan en los alimentos y en las bebidas con los que la gente se encuentra cada día, como en los tomates o las manzanas. Esto podría significar que cuando las personas se sientan a comer, cada una de ellas lo vive de manera personalizada", afirmó McRae.

McRae y sus colaboradores también hallaron que la capacidad de las personas de oler estos cuatro olores era la misma en todo el mundo. Eso significa que alguien en Asia tiene tantas probabilidades de ser capaz de detectar uno de estos olores como alguien en África o Europa.

La capacidad de oler uno de estos olores no predice la capacidad de oler los otros, según halló también el estudio. Así que, si a alguien se le da bien oler el queso azul, no quiere decir que se le dará bien oler una manzana que tenga al lado.

Las variantes genéticas que afectan la capacidad de oler estos cuatro olores están en o cerca de genes que codifican los receptores olfativos. Los investigadores explicaron que las moléculas receptoras del olfato están situadas en la superficie de las células nerviosas sensoriales de la nariz. Cuando ciertos compuestos químicos flotan en el aire, las células nerviosas envían una señal al cerebro y eso resulta en la percepción de un olor.

Richard Newcomb, colíder del proyecto, afirmó que saber los compuestos que las personas pueden percibir de los alimentos, además de otros productos, ejercerá una influencia en el desarrollo de los futuros productos.

"Las compañías podrían querer diseñar alimentos destinados a personas en función de su sensibilidad, y básicamente elaborar alimentos y otros productos personalizados según su gusto y su olfato", indicó en un comunicado de prensa, informó HealthDay News.

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