Buscador

domingo, 29 de marzo de 2015

Henry Ford: 'Vivimos en una época cómoda, pero no tan cómoda como será en el futuro'



En sus memorias escritas en 1913 cuando contaba cincuenta años, Henry Ford, ya consolidado como gran industrial del automóvil con sus fábricas de Detroit, diría que su primer recuerdo es un paseo junto a su padre, William (un irlandés establecido cerca de Detroit) y su hermano Samuel, en el que se topan con un viejo roble caído que tiene un nido. Ford reconoce que desde entonces la naturaleza lo apasiona. Pero ese niño que sentía pasión por lo natural también es cierto que estaba obsesionado con lo mecánico, con las máquinas creadas por el hombre, como, por ejemplo, los relojes. De niño, su padre le había regalado un reloj y el joven Henry lo desarmó y volvió a encajar cada una de sus partes de manera perfecta.

Su espíritu emprendedor llevó al joven Ford a trabajar en una subestación de la compañía eléctrica de Thomas Edison, para luego experimentar con diferentes tipos de máquinas de vapor y más tarde lanzarse a la construcción de motores de explosión alimentados con gasolina. En 1896 ya tenía un prototipo muy primitivo que bautizó como “cuadriciclo”. Luego el ascenso fue vertiginoso y exponencial. En 1899, Ford consiguió los fondos necesarios para desarrollar sus nuevos prototipos, con los que ganó prestigio en las primeras competiciones automovilísticas que se realizaban en Estados Unidos.

En 1903 funda su propia empresa, la Ford Motor Company, y ese mismo año consigue el milagro de vender casi 200 unidades. Compañías como la Ford, junto a otras como Cadillac y Oldsmobile, pronto transformaron Detroit en la meca de la industria del automóvil.

Pero ninguna de esas marcas logró como la Ford el carácter casi filosófico de la disciplina industrial que desde entonces sería conocida como “fordismo”. Se trataba de una producción en cadena, donde cada trabajador cumplía una función específica dentro del proceso de fabricación del automóvil. La rapidez y ahorros conseguidos con este sistema tuvieron como consecuencia que los automóviles fueran producidos a un coste bajo, por lo que su venta posterior tendría igualmente un precio bajo. Así surgió en 1908 el famoso modelo T, que desbordó el mercado interno y luego el mundo.

Para 1929, poco antes del crac de Wall Street, Henry Ford era presumiblemente uno de los hombres más ricos e influyentes del mundo.

Desde el 8 de marzo, La Razón presenta semanalmente a sus lectores la serie “Grandes entrevistas”, una selección de 20 diálogos con personalidades de la política, la ciencia, la cultura, el deporte y otros ámbitos que dejaron huella e hicieron historia. La cuarta entrega de la colección, que de seguro usted querrá tener en su biblioteca, está dedicada a Henry Ford; el texto íntegro lo podrá encontrar en la edición impresa de la revista Escape correspondiente a la fecha.


No hay comentarios:

Publicar un comentario