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lunes, 4 de abril de 2016

El cerebro, un gran desconocido

El cerebro es uno de los órganos más complejos y misteriosos del organismo. Su estudio y la comprensión de su funcionamiento resulta tan complejo que, como se sabe, hoy en día apenas se conoce una minúscula parte del mismo y sus capacidades, a pesar de los grandes pasos que han dado las neurociencias en el mundo.

No obstante, en los últimos años, se realizaron importantes investigaciones y descubrimientos sobre el cerebro que ayudaron a incrementar el conocimiento acerca de este órgano vital.

Se calcula que el cerebro concentra en torno a 100.000 millones de neuronas y su papel es fundamental para la vida.

La importancia de estas células motivó infinidad de investigaciones cuyos resultados no sólo son sorprendentes, sino que están cambiando muchas creencias que hasta ahora no se discutían.

El portal El Mundo publica seis curiosidades que contribuirán a que conozcamos mucho mejor este órgano.

El cerebro nunca descansa

Investigaciones recientes apuntan a que el cerebro permanece igual de activo durante el sueño que en estado de vigilia. En particular, durante la fase No-REM (sobre la que se pensaba que era la de mayor inactividad) se producen estímulos transitorios, repetitivos y lentos que organizan el funcionamiento de las neuronas. En esta fase, el hipocampo –el área relacionada con la memoria– registra esa actividad, por lo que se piensa que el sueño es fundamental para consolidar nuestros recuerdos.

Mientras, la actividad oscilante de otras regiones, como el tronco encefálico, indica que también se desarrollan actividades cruciales, ya que esta región hace de puente entre el cerebro, la médula espinal y los nervios periféricos, aparte de regular el ritmo cardiorrespiratorio.

Así, un hecho curioso de esta fase del sueño es que se puede llegar a profundizar tanto en él que a veces el cerebro tiene dificultades para tomar contacto con el cuerpo, por lo que suele mandar impulsos para saber que está ahí y que sigue vivo. Esto produce una reacción rápida, fuerte y violenta, provocando que a veces nos despertemos mientras soñamos con que nos estamos cayendo.

Una cabeza, tres cerebros

En 1990, el neurocientífico Paul MacLean propuso la teoría de la triple evolución del cerebro humano, que fue aceptada por la comunidad científica. Con ella se sostiene que dicho órgano consta de tres niveles interconectados que, sin embargo, tienen su propia autonomía. Así, cada uno de éstos cuenta con sus características, inteligencia y subjetividad.

Pueden ser considerados como cerebros y en su funcionamiento en red forman el cerebro humano en sí. Estos tres niveles son: el sistema reptiliano, es el más primitivo y procesa los instintos; el sistema límbico, es el intermedio y es el que gestiona las emociones; y el córtex o la corteza cerebral, que es el más reciente del proceso evolutivo y se sitúa en la parte superior procesando el pensamiento racional. La teoría recibe el nombre de cerebro triuno o triúnico.

¿Cinco sentidos, o sólo uno?

Siempre nos enseñaron que el ser humano tiene cinco sentidos (oído, gusto, tacto, olfato y vista) y que con ellos percibimos la realidad a través de la información que nos ofrecen de manera independiente. Pero lo cierto es que el cerebro funciona en red y elabora una imagen mental que es resultado de procesos multisensoriales integrales. Los sentidos ofrecen información, pero no de forma autónoma, sino interdependiente. El cerebro la procesa construyendo la imagen que tenemos del mundo.

En un artículo, María Colomé, doctora especializada en otorrinolaringología, habla de su experiencia en una cata de cavas. Quienes participaron en ella hicieron diferentes degustaciones con música de fondo. La melodía cambiaba con cada degustación, pero el cava era el mismo y, sin embargo, experimentaron diferentes sabores. Tal y como ella misma sostiene, "todos los sentidos interaccionan entre sí, como si en realidad fueran uno único."

Hay neuronas fuera del cerebro

Desde que el primer Nobel de Medicina español, Ramón y Cajal, contribuyera a la ciencia con su "doctrina de la neurona", se ha pensado que este tipo de células sólo se albergan en el cerebro. Sin embargo, recientes investigaciones apuntan a otras zonas del cuerpo en las que fueron localizadas. Así, la mayor concentración de neuronas fuera del seso se produce en el sistema nervioso autónomo de la médula espinal, algo razonable si se considera que la médula conecta este órgano con todo el cuerpo.

Tal vez sea más llamativo saber que tenemos un cerebro abdominal (como se conoce al sistema nervioso entérico) que regula la función intestinal y, al igual que el cerebro, dispone de neuronas especializadas en diferentes funciones (registrar sensaciones y estímulos, controlar los movimientos de los órganos del sistema digestivo e intercomunicar unas zonas con otras).

Otro órgano que cuenta con estas células es el corazón. Se estima que alberga unas 40 mil neuronas y que posee una compleja red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo que forman un sistema nervioso independiente.

Por ello, el corazón es el único órgano que envía más información al cerebro de la que recibe. También es capaz de influir en nuestras percepciones y reacciones y de equilibrar nuestro estado emocional.

Mito: "usamos solo un 10%"

En el libro Neuromitos en Educación (2015), Jesús C. Guillén hace un recorrido histórico sobre las publicaciones científicas que han podido originar la creencia que afirma que sólo utilizamos un 10 por ciento de nuestro cerebro. Para desmontar este "neuromito", contrasta esta información con la que aportan los nuevos estudios.

Gracias al desarrollo de la tecnología aplicada a la neurociencia, se ha podido analizar en vivo la actividad de las diferentes áreas cerebrales, observándose que en cada acción o pensamiento se produce una compleja red de sinapsis neuronales que activan varias de estas regiones.

Además, se sabe que este pequeño órgano, que pesa en torno al 2 por ciento del cuerpo humano, consume alrededor del 20 por ciento de su energía, lo que indica su potencia y uso integral.

Tal y como afirma Guillén, "la neurociencia ha demostrado que utilizamos el 100 por ciento de nuestro cerebro, lo que nos queda por delante es aprender con él".

Un cerebro nuevo cada día

En 2014, un equipo de investigadores del Instituto Karolinska (Suecia) analizó las masas de carbono, 14 de las células del hipocampo de cerebros de sujetos adultos. Concluyeron que cada día se generan 1400 neuronas nuevas.

Esto choca contra la creencia general que sostenía que dicho órgano sólo genera neuronas en la etapa infantil. Tal capacidad de regeneración se llama neurogénesis y a medida que se envejece se ralentiza, por lo que la neurogénesis de una persona de 18 años será mayor que la de otra de 67.

Por otra parte, se demostró que nuestra conducta puede cambiar las estructuras neuronales de nuestro cerebro.

El psicólogo Donald Hebb explicó el comportamiento por el que se relacionan células de ese órgano, y llegó a la conclusión de que "las neuronas que se disparan juntas permanecen conectadas", lo que quiere decir que con cada acción o pensamiento el cerebro procesa la información a través de cadenas neuronales que, una vez formadas, quedan ahí. Por eso es más fácil reproducir algo que ya está en nuestra cabeza que crearlo de nuevas.

Nuestras acciones generan unas estructuras cerebrales determinadas. Según cómo sea nuestra experiencia potenciaremos un cerebro particular. Por ejemplo, en el año 2000, un grupo de científicos británicos demostró que los taxistas de Londres tienen su hipocampo (área de la memoria) mucho más desarrollado que el resto de las personas. También se demostró que el acto de pensar provoca cambios fisiológicos en el cerebro. Este fenómeno de comunicación neuronal flexible recibe el nombre de neuroplasticidad, y cada uno tiene la capacidad de crear nuevas conexiones neuronales con base en el aprendizaje, cambiando de hábitos para buscar nuevas experiencias. Por eso cada día podemos tener un cerebro nuevo.



APOYO

En 2013, el presidente estadounidense Barack Obama anunció el proyecto BRAIN, una iniciativa de 4.500 millones de dólares hasta 2022 para “proporcionar a los científicos las herramientas que necesitan para obtener una fotografía dinámica del cerebro en acción y entender mejor cómo pensamos, aprendemos y recordamos”.

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