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miércoles, 5 de agosto de 2015

Los feos están desapareciendo y con ellos se pierde el talento

Hace poco di un discurso a un grupo de recién contratados en una de las cuatro grandes firmas de contabilidad. Al estudiar el público noté algo extraño. Entre las 80 caras dirigidas hacia mí, no había ni una sola fea. Nadie con el cutis picado de viruelas. Nadie con facciones desagradablemente asimétricas. Cada cara era tolerablemente agradable a la vista.
Esto no era Vogue o Abercrombie & Fitch. Estas personas habían sido contratadas para auditar cuentas de la empresa, una tarea que exige un gran entusiasmo por los Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados (GAAP), no pómulos altos. Sin embargo, en este salón lleno de contadores, todos lograban el estándar mínimo de buena apariencia que le falta a una buena parte de la población general.
Esta firma no es excepcional. Si yo pienso en los amigos de mis hijos que han conseguido empleos en contabilidad, banca, asesoría o la ley, todos son de apariencia más allá del promedio. Aun en la radio, por mucho tiempo considerada el hábitat de los feos, no se ve una sola persona poco atractiva. Actualmente estoy realizando un documental radial y todos los productores son hermosos, y hasta los técnicos de sonido, que comulgan con botones todo el día, son perfectamente agradables a la vista.
Adiós a lo feo
No sólo hemos desterrado a los feos de los trabajos más competitivos, la sociedad educada también ha desterrado la palabra. Con el paso del tiempo la palabra "feo” llegará a ser tan detestable como los epítetos raciales, pero por ahora la uso para apoyar mi argumento. Nadie llama a otro feo. Simplemente no se lo contrata.
Ya no somos racistas ni sexistas, pero todavía somos irremediablemente caristas. Acabo de pasar una prueba en línea en la cual hay que juzgar si las personas son honradas, dominantes y competentes sobre la base de sutiles diferencias en sus facciones, y resulta que soy tan carista como cualquiera. Es decir, muy carista.
Los reclutadores y administradores son tan caristas que se ha descubierto que los bien parecidos ganan alrededor de 10% más que los feos, mientras que se ha demostrado que los directores ejecutivos con caras imponentes dirigen las empresas que obtienen más ganancias.
Otros estudios establecen que ser feo a veces puede ser ventajoso; si uno va a robar un banco es bueno dar miedo. También puede ayudar a ser contratado antes que alguien bien parecido, pero sólo si la persona que contrata lo ve a uno como competencia. Ninguno de estos resultados es especialmente feliz.
El mal empeora
Aunque los documentos no prueban que el carismo está empeorando, mis ojos me dicen que sí. Esto, en parte, quizás se deba a que mis ojos tienen 56 años y para ellos cualquiera que tenga 20 años es bello. Pero he estado mirando viejas fotos de mi clase de aprendices en JPMorgan en 1982, y aunque lucimos ridículamente jóvenes, no lucimos uniformemente preciosos. Había unas pocas bellezas deslumbrantes, pero la mayoría éramos de apariencia anodina y algunos eran realmente poco atractivos.
Otra posible explicación de por qué los contadores se están volviendo más atractivos es que el mundo se está volviendo más bonito al volverse más rico y más obsesionado con la apariencia. Pero si uno entra en el metro por la mañana y mira a los que viajan al trabajo, se da cuenta enseguida de que esto no es cierto. Hay muchísima gente fea, ¿pero dónde trabajan? No en el City of London. No están en las Cuatro Grandes firmas.
De cierto modo es extraño que nos estemos volviendo más caristas en una época de internet en la que enviamos correos electrónicos en vez de reunirnos con personas. Pero internet está empeorando las cosas de otras maneras. Ahora mismo me acaban de enviar los detalles de una persona que voy a entrevistar para algo e hice lo de siempre: lo busqué en imágenes Google y observé sus ojos bien separados y su mandíbula bastante fuerte. Mis prejuicios se empezaron a formar; y todavía no lo había visto con mis propios ojos.
Campañas para rescatar a los feos
Para combatir este tipo de cosas, Unilever y Microsoft están participando en un proyecto en México en el que entrevistan a personas detrás de una pantalla por los primeros tres minutos para que las vitales primeras impresiones no tomen en cuenta el rostro de la persona. Yo apostaría a que con el tiempo este tipo de cosa se va a volver popular; me atrevo a decir que para entonces el carismo será ilegal.
Mientras tanto, el número de empleados feos que una empresa contrata dice mucho sobre qué tipo de lugar es. Si sólo contrata a los atractivos, no sólo se está portando mal, sino que se le está escapando un grupo de estrellas potenciales, lo cual asegura un bajo rendimiento.
Al escribir esta columna me he estado fijando en mis propios colegas y espero que no les importará si señalo que hay pocas manifestaciones de carismo en el Financial Times.
Si uno hace una auditoría de las fotos que acompañan los artículos de los columnistas, que varían de los bastante hermosos a los nada hermosos, creo que todos estarán de acuerdo en que la resultante curva de campana refleja la distribución nacional. Se me ocurren otros periódicos en los que las fotos son generalmente más bonitas, pero en esos casos el nivel de los comentarios es más bajo. Seguramente estos dos datos están relacionados.

(c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved.

Es extraño que nos volvamos más caristas en una época en la que enviamos correos electrónicos en vez de reunirnos.

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